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ISSN 1989-4163

NUMERO 40 - FEBRERO 2013

Crítico Busca Crítica

Luis Arturo Hernández

          (Una exégesis)
      (Si Supiera cantar, me salvaría. El crítico, de Juan Mayorga. Dir.: J. J Afonso. Estreno en el Festival Internacional de Teatro. Teatro Principal Antzokia, Vitoria. 16/11/2012.)

    Ringgg. ¡Al ring! All right. Telón rojo bermellón ¿o toallón de cuajarón color sangre?
 
    1er ACTO. La noche del estreno y tras gran éxito de público, el dramaturgo/Scarpa (Pere Ponce) se enfrenta a calzón quitado —y a domicilio— al crítico teatral/Volodia (Juanjo Puigcorbé). El Maestro, que diez años atrás vio en el autor apuntar maneras, vapulea hoy al aprendiz reprochándole su complacencia para con el público y la falta de autenticidad en el conflicto de su última obra y, para él, sentimental e inverosímil.

    Escena asombrosa, dicho de paso, esa en la que el autor decide ser espectador, en vivo y en directo, de la escritura de la reseña feroz del crítico sobre su propio drama.   

   [Disputa metateatral —superestructural, hermenéutica o el apellido correspondiente según método y/o ideología— entre intención del autor e interpretación del crítico, dos letra-heridos destinatarios recíprocos e implícitos de sus respectivas escrituras.]


                                                 CHERCHEZ LA FEMME

   2º ROUND. Mismos. Mismo escenario. Acorralado en el cuadrilátero del gabinete —entre el miedo del portero ante el penalti y la soledad del corredor de fondo—, por los fantasmas del director del montaje, los actores, el público y el propio crítico, Scarpa dramatiza el combate entre Townes/sparring/maestro/crítico y Erick/ púgil/ aspirante/ auctor, en cuyo primer acto, y a solas,  el entrenador tumbará al aspirante —temática, por cierto, esta del boxeo, que ha abordado recientemente también, como metáfora políticamente incorrecta del Hombre, Juan Cavestany en Urtáin—. Puesta en abismo, sobre la lona, de la derrota infligida por el Volodia a Scarpa diez años atrás. Es la hora de la revancha, en el segundo y último acto del drama recién estrenado en que Erick levantará cabeza gracias a la enigmática mujer que, en su delirio —¿de amor?—, se aferra al conjuro “si supiera cantar, me salvaría” en un mundo sublunar habitado por mujeres que, heridas por el desamor, danzan, gatas sobre los tejados —¿de zinc?—, sin otro tabla de salvación que dar nombre, poner palabras a su desgarro sentimental. 

Nueva derrota, por los puntos, de Scarpa —en estado crítico— a manos de Volodia en por la “Verdad”, en lucha por embolsarse el título —la mujer que Si supiera cantar…—.

   [Conflicto teatral, dramático, entre el poder clasista del Maestro —Volodia, humilde vástago del Teatro—taquillera y acomodador—, contrafigura del entrenador Townes— versus la ambición del discípulo —Erick, púgil de familia bien, contrafigura de Scarpa.]


                                             ¿DES/ENLACE MATRIMONIAL?     

   DESENLACE. El “inverosímil personaje de delirantes parlamentos patéticos” es, al pie de la letra, la mujer rechazada por Volodia y a quien Scarpa, tras escuchar su delirio, ha seguido los pasos desnudos hasta la guarida en que lame  las heridas de su abandono —“mujer descalza como la Esther a quien El chico de la última fila escribía en esa obra adaptada al cine por Franҁois Ozon: “ni siquiera la lluvia baila descalza”—. Golpe bajo del aprendiz que le muestra al Maestro la incapacidad de reconocer los efectos de su acción sobre esa mujer,  eterno femenino por el que, en la realidad, ambos combaten.

   [Conflicto material, de control sobre la Mujer por parte por parte de ambos varones que, más allá de lo ideológico o lo artístico, encarna lo esencia de la dualidad humana, desdoblada en las imágenes de los binoculares que el espectador reintegrará en una, en un nuevo salto cualitativo respecto de la ya citada El chico de la última fila, donde el avejentado maestro Germán resultaba noqueado por el aventajado discípulo Claudio.]


                                       ¿SI SUPIERA ACTUAR ME SALVARÍA?

   EPÍLOGO. Que el crítico deba pasar a la acción como protagonista de su propio drama y acertar a emplear en su rencuentro con la mujer las palabras para un desenlace feliz —sin colgar los guantes, ni perder a los puntos (de sutura) porque “manos blandas no ofenden”, ni tirar la esponja—, y que el propio autor deba redactar esa misma noche la crítica sobre su propio estreno —con mucho aguante, para no fajarse a guantazos— no es  sino una victoria pírrica, pues Scarpa habrá de tener los oídos bien abiertos para la continuación del drama de Volodia y la mujer descalza… Y el público, los ojos abiertos.


                                                        DIDASCALIA

   Y es que los tres planos y apéndice en que hemos querido ver estructurada la función constituyen la tesis, antítesis y síntesis dialéctica del silogismo de un filósofo —y Juan Mayorga lo es—, la ecuación, incógnita y el quod demostrandum est del teorema de un matemático—y Mayorga también lo es—, que en la fusión de ciencia —de los números imaginarios a la Teoría de K.O.s— y humanidades —esas letras cantantes y sonantes— que es la literatura, muy en especial el aquí y ahora del teatro, representa la condición humana —en los tres citados asaltos: ideológico meta-comunicativo, artístico teatral y humano a calzón quitado (y nunca mejor dicho en la disputa de sendos machos por la hembra); ¿vale decir los tres cerebros del Hombre: humano, mamífero y reptiliano?— como el conflicto entre el yo activo y el contemplativo, protoagonista y exégeta, actor y espectador, acción y pensamiento—el sonido del ring vs. el sparring sonado—, en un continuum sin solución de continuidad que tiende a infinito per in saecula saeculorum.

   Salvados por la campana. Oscuro. Continuará…

 

Crítico

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